Según la leyenda, fue el Rey del Sol, Luis XIV de Francia, el que puso nombre a esta exquisitez. Cuando probó la idea de su chef de presentar el chocolate enfriado en pequeños moldes, solo dijo “bon bon” -bueno bueno, en español-.
Aunque en un principio pasó desapercibida por Colón, en América ya apreciaban el valor de la semilla del cacao, utilizándola incluso como moneda.
Sin embargo, su popularidad en Europa no fue inmediata. Inicialmente resultaba amargo, pero poco a poco comenzó a extenderse, cuando Hernán Cortés lo trajo de América durante el reinado de Carlos V, llegando a formar parte de las mejores meriendas en las casas de la nobleza de Europa. En invierno se tomaba caliente, mojando dulces en él, mientras que en verano se disfrutaba acompañado de helado.
Más tarde, cuando el chef del Rey inventó el bombon, su consumo creció, sobre todo como presente para cualquier ocasión. Todas las damas tenían bomboneras preciosas. Su sabor ya era exquisito, y su presentación inmejorable. En realidad, podríamos decir que era un producto gourmet ya en aquella época. Pero por supuesto, los mejores maestros chocolateros siguieron mejorando sus recetas y creando una gran variedad de sabores y texturas, combinando el chocolate con leche, frutos secos, frutas… dando luegar a todos los formatos y presentaciones que conocemos hoy.
Eso sí, con toda esta evolución, si algo no ha cambiado es que a todo (o casi todo) el mundo le gusta, y siempre es un detalle recibir una bonita caja de bombones, ya sea de tu pareja, de tu jefe o de tu suegra. Además, es una pequña magnífica forma de matar la tentación del chocolate. ¡Lo difícil es coger solo uno!
En Ansama puedes encontrar algunos que seguro que te gustan. Si tienes invitados, hazle caso a los clásicos, que no fallan. El chocolate con fresas es una delicia, puedes hacer una fondue y utilizar palillos para bañar las fresas. Un postre sencillo y delicatessen a la vez.