La trufa negra es un hongo muy apreciado desde la antigüedad, cuando era consumida únicamente por las clases más pudientes, que podían pagar su inalcanzable precio. Los egipcios, griegos y romanos clásicos la consideraban como una esencia afrodisíaca más que como un ingrediente gastronómico.

Se trata de un hongo subterráneo que vive asociado a las raíces de ciertos árboles de hoja caduca, principalmente encinas, robles, castaños, y nogales. La recolección de trufas abarca algunos de los meses más fríos del año, por lo general desde noviembre hasta mediados de marzo. Para la misma, son necesarios recudir a perros adiestrados que gracias a su olfato localizan el lugar exacto donde crecen. Es importante no confundir la trufa con otros hongos redondeados que no gozan de su misma calidad, como por ejemplo la Terfezia.

En Europa se han encontrado más de 20 especies diferentes del género Tuber, aunque solamente unas pocas son, desde el punto de vista gastronómico, apreciadas.

TRUFA Y COCINA

La trufa es un producto de fácil incorporación a cualquier receta de cocina. La mayoría de chefs profesionales recurren a este hongo más por sus cualidades aromáticas que por su sabor. Por la peculiaridad de ese producto, se requiere un minucioso cuidado y limpieza antes de emplearlo.

La trufa negra transforma cualquier propuesta gastronómica tradicional en platos de lujo, por ejemplo la lubina asada con verduras o macarrones con salsa de trufas y cebollino. Una fórmula que nunca falla es la incorporación de trufa rallada sobre cualquier tostada para darle un toque gourmet (por ejemplo queso o paté). Otra opción es cortarla en láminas muy finas, dispuestas sobre unas lonchas de un jamón ibérico, colocadas sobre una rebanada de pan crujiente aderezado con un poco de aceite de oliva virgen extra.

Hoy en día, las trufas son consideradas como el aromatizante por excelencia para condimentar o perfumar variedad de platos exquisitos, y darles un toque de distinción personal.